31 ene 2013

Arteritis de la temporal

La arteritis de la temporal, también llamada arteritis de células gigantes, arteritis craneal o enfermedad de Horton, afecta a vasos de mediano y gran calibre, predominantemente arterias craneales externas, y especialmente a la arteria temporal. La enfermedad afecta de forma casi exclusiva a pacientes mayores a los 55 años. Es excepcional en la raza afroamericana, y es algo más frecuente en el sexo femenino que en el masculino. Generalmente los síntomas aparecen en torno a los 70 años.

El síntoma más habitual es la cefalea (65%), por lo que el paciente suele referir la presencia, en las últimas semanas, de una cefalea no habitual en él, refractaria a los analgésicos habituales. En ocasiones se aprecian signos inflamatorios sobre el cuero cabelludo, como engrasamiento de la arteria afectada, nódulos subcutáneos o ausencia de pulso, es habitual que la palpación superficial sobre la zona desencadene dolor. A menudo (50%) se asocia a la polimialgia reumática, un cuadro clínico más habitual que la arteritis de la temporal, caracterizado por dolor y rigidez, especialmente en la cintura escapular y pelviana. 
La manifestación más grave es la ocular (25-50%), que se produce por oclusión de diferentes arterias oculares u orbitarias, dando lugar a la amaurosis fugax, prevenible con tratamiento precoz. El dolor facial, especialmente la claudicación mandibular, se llega a producir hasta en el 60% de los pacientes. La mayoría de veces se manifiesta como pérdida del gusto o dolor en la lengua, pero como el proceso es naturaleza sistémica, pueden encontrarse alteraciones en otros territorios vasculares en forma de accidente cerebrovascular, neuropatía periférica, sordera, vasculitis coronaria, e incluso disección y rotura aórtica. 

La VSG está, de forma casi invariable, elevada y además es eficaz como método para monitorizar la eficacia del tratamiento. La anemia es también un hallazgo frecuente. Pueden encontrarse elevados otros como la proteína C reactiva y la fosfatasa alcalina (70%). 
El diagnóstico se debe sospechar ante el cuadro clínico compatible de cefalea, fiebre y anemia, pero el diagnóstico definitivo se debe realizar por la biopsia de la arteria afectada, habitualmente la temporal. Sin embargo, el tratamiento el cual se lleva a cabo con corticoides debe instaurarse precozmente, sin esperar al resultado de la biopsia, ya que el objetivo primordial es prevenir las complicaciones oculares. 

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